viernes, 26 de junio de 2015

Ha llegado el "sacotanga"



Sé que en este blog no suelen tratarse temas de moda y que para esas cosas ya tengo el otro, pero a veces aparecen cosas tan geniales y en cierto modo, tan relacionadas con nuestros hobbies, que merecen estar aquí. Tal es el caso de la nueva tendencia en moda íntima masculina: El sacotanga.
 
Chan-chán-chaaaan!
El susodicho no es más que una pequeña bolsa que se anuda en la base de los testículos y el pene, apretando un poco para que no se caiga sola, pero sin pasarse que si no se nos pueden gangrenar los genitales, y que nos permite ir por ahí haciendo el ridículo más espantoso. Pero, si nos fijamos bien en el saquito veremos que se le puede encontrar otro uso. Sí, damos y caballeras: Bolsita de dados.

Y ahora os preguntaréis a grito pelado: ¿Y para qué queremos un sacotanga si ya tenemos bolsas de dados en casa? Pues muy fácil. Para hacer combos. Es decir… Ahora podemos guardar los dados en la ropa interior sin problemas. Ya no tendremos que esconder los dados de los vecinos para que no descubran que jugamos a cosas de asesinos. Podremos ir a jugar a la playa a juegos de esos indis que no requieren ni fichas ni nada con las manos libres. Y además, cuantos más dados, más paquete marcamos y más impresionamos a las chavalas del lugar. Y así, esto último puede revitalizar algunos juegos a los que ya no se jugaba. ¿Recordáis a toda esa gente que criticaba el primer Shadowrun por la gran cantidad de dados que se requería? Es posible que tengan que tragarse sus palabras cuando vean la ocasión de rellenar sus sacotangas con medio centenar de dados de seis.

Podría hablar mucho más sobre las posibilidades de esa prenda, pero estos asuntos de moda lo que necesitan no son palabras sino alguien que marque tendencia; es por ello que yo ya tengo encargado el mío, el cual pienso lucir en las próximas jornadas “Rol en Quart” este verano, a ver si creo escuela… O soy lapidado, que también podría ser.
Además lo tenemos en varios colores.

jueves, 18 de junio de 2015

Buscando la abstracción





Diez y media de la noche,  sentado en la parte incómoda del sofá al lado de mi esposa. En la tele hacen un programa interesantísimo que parece fluctuar a una velocidad temporal mucho más lenta que la realidad. Me aburro. Apoyo mi mano en su muslo y cuando comienzo a deslizarla hacia arriba, veo el reflejo del filo de un cuchillo de carnicero asomando a su lado. Retiro la mano. Suspiro. Miro alrededor, nervioso. Y al final me armo de valor y aprovechando que van a publicidad se lo digo: “Cariño, necesito ir al lavabo”. Ella me mira extrañada y me responde: “Como quieras, pero piensa que durante la publicidad van a revelar el rostro del hombre con quien perdió la virginidad la cuñada de Belén Esteban”. “Podré vivir sin ver esa cara” le respondo y me voy al aseo.

Una vez allí, cierro la puerta y paso el pestillo. Bajo la tapa del váter y abro la cisterna con mucho cuidado para no hacer ningún ruido que delate mis intenciones clandestinas. Del agua saco una bolsa de plástico completamente hermética y tras secarla bien, extraigo de su interior el “Genertela, encrucijada de las guerras de los héroes” y me siento en una toalla en el suelo, con la espalda apoyada en la bañera y empiezo a hojearlo.

Y me pierdo entre los frondosos bosques aldryanis, las escarpadas colinas de los heortlingas, las tuneladas montañas repletas de mostalis y las vastas extensiones uz del Dagori Inkarth. Y me siento como un habitante más del Valle del Zola Fel, un urbanita de Glamur y un rebelde resistiendo en el interior de Murallas Blancas. Y siento los vientos gélidos de Valind en mi rostro, la aridez de los Yermos y la brisa marina de Teshnos… Y así pierdo la noción del tiempo.

Los golpes a la puerta me devuelven a la realidad. “¿Estás bien? ¿Por qué tardas tanto?” me pregunta mi mujer desde fuera mientras yo me revuelvo sobre mí mismo tratando de recuperar la compostura. “Es que… Estoy un poco estreñido. En seguida salgo” le respondo; pero mi excusa parece no surtir efecto y los golpes en la puerta se intensifican. Vuelvo a meter el libro en su bolsa, la cierro cuidadosamente y la sumerjo de nuevo en el agua. Los golpes aumentan y el pestillo comienza a ceder. No tengo tiempo para improvisar nada, así que recurro al Plan-B.

Meto la mano en la cisterna otra vez y saco otra bolsa, más fina, de la que extraigo una revista porno “Hustler”. Cierro la cisterna, me bajo los pantalones y abro la revista por una página al azar en la que se ve a una joven con el cabello decolorado degustando con deleite una eyaculación. El pestillo cede y mi esposa me pilla en esa embarazosa situación. “¿Pero otra vez?” me grita, “Si ya tuvimos sexo el viernes”. “Ya, pero es que… estamos a miércoles y…” Entonces tira la revista al cubo del reciclaje de papel y vuelvo al sofá donde una serie de rostros deformados por las operaciones estéticas gritan sin parar. Pero la realidad no me afecta, pues mi mente sigue en Glorantha, donde la magia es real y tangible, los animales hablan y las sacerdotisas de Uleria siempre están dispuestas a proporcionar orgasmos interminables a los pobres desfavorecidos.

Edito: La visión de mi adorable esposa que s emuestra en esta entrada no tienen ningún parecido con la realidad. Y quiero que conste que esto no lo estoy escribiendo bajo ningún tipo de amenaza o chantaje sexual.

lunes, 8 de junio de 2015

Regreso al semiplano del miedito.





¿Os acordáis de esa novieta que tuvisteis de adolescentes y a la que dejasteis vilmente cuando se os metió en la cabeza la idea de que estabais malgastando vuestra juventud con la cantidad de mundo que había allí fuera por conocer y la cantidad de mujeres con las que intimar?
¿Y os acordáis de cuando la visteis en el Facebook diez años después, luciendo un tipazo increíble y os pusisteis en contacto con ella para retomar lo que habías dejado a medias pero ella os rechazó de forma humillante porque tuvisteis vuestra oportunidad y la dejasteis escapar? 
Pues esto es exactamente lo que me pasó a mí con el Ravenloft. Lo dirigí durante años; aprendí a jugar con él; dediqué mi juventud y desarrollé mis primeras ideas de aventuras y campañas con él; pero un buen día decidí que había llegado el momento de cortar y empezar a descubrir nuevos juegos y ambientaciones y lo vendí por cuatro duros y ahora, diez años después, quiero recuperarlo y me encuentro con que está súper descatalogado y a precios prohibitivos en eBay y similares. ¿Solución? Tanto en el caso de la novia perdida como en el de Ravenloft es la misma: Dinero.

Sí amigos. Ahora, a las puertas de la vejez, he decidido reunirme de nuevo con esa mítica ambientación del Advanced Dungeons & Dragons, no para jugarla y dirigirla a mis coleguis, sino para tenerla en mi posesión, en plan coleccionista/fetichista y, porque no, para tener un objetivo en la vida y disfrutar con la búsqueda de suplementos que, aunque no espero recuperar al completo, si disfrutar de algunos de ellos, los más emblemáticos. Es por ello que a medida que vaya haciéndome con ellos iré comentando, sin pretender hacer análisis demasiado exhaustivos, para que os hagáis una idea de la grandiosidad de los libros que publicaba la extinta TSR.

Dictus est.