miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cuando yo era berberecho

Hay personas que, frustradas por no poder huir de la dulce y cómoda (por lo menos para mi) mediocridad, se esfuerzan al máximo por dejarla atrás o incluso delante y sentirse así especiales. Por supuesto no todos lo consiguen y algunos de ellos deciden que si en esta vida no pueden ser alguien especial, será mejor creer que lo han sido en otra existencia anterior. Apasionante.
La primera vez que me topé con uno de esos individuos, a los que a partir de ahora llamaré reencarnados, fue en uno de mis trabajos. Él (el reencarnado) era un hombre de entre cuarenta y cincuenta años, muy simpático y que aprovechó la primera ocasión que tuvo para explicarme con todo detalle como fue abatido y enterrado todavía con vida durante una guerra mundial que ahora no recuerdo. Yo por supuesto me quedé algo pasmado y sin saber que decir, pero al tío (recordemos que era un hombre con cierta edad y en su primer día de trabajo), le parecía lo mas normal del mundo.
A partir de ese momento comencé a fijarme en ese tema y descubrí que el mundo está plagado de reencarnados que caminan entre nosotros sabiendo que cuando mueran serán otra persona o animal. Y prestando atención descubrí que todos ellos, si fueron seres humanos solían formar parte de algún colectivo o época muy conocido o característico. Por ejemplo abundan los soldados romanos, los esclavos egipcios y los nobles renacentistas. Todo muy cinematográfico, si. Y muy casual también. Y en cuanto a los animales… ahí si que hay glamour; Osos, águilas imperiales, tigres, cisnes, panteras… nada de ovejas, ratas o pulpos. Que cosas. Nadie aparece con la cabeza gacha y dice con timidez “Yo en la otra vida fui… un mono de esos del culo rojo.” Por dios, que ordinariez.
Pero tanto pensar en reencarnados me ha hecho dudar de si no seré yo también uno de ellos. Y de tanto pensar y pensar he acabado convenciéndome a mi mismo de que si, lo soy. Y dándole vueltas y vueltas al asunto, tratando de recordar mis últimas horas en el mundo he llegado a la conclusión de que en mi vida anterior fui un berberecho. Pero cuidado, no un berberecho normal. Yo fui ese berberecho que queda el último en la bandejita que sirven en el bar; ese berberecho que nadie se come y al final… lo tiran a la basura.

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